Él sabía que esa pregunta fue importante. Sin querer pensarlo, decidió hacer lo que su mano describía, por sí sola, como sí tuviese vida propia, lo que su mano de verdad hacía, lo que su cuerpo sentía y que, generalmente, vivía. Tomó nuevamente su lapicera, observó los reglones, apoyo si lapicera y dejó que todo fluyera. Él respondió su carta, construyó una carta respuesta que la envió, pero no dejó de escribir y continuó. Se quedó en las madrugadas escribiendo, contando lo que vivía, las situaciones en las que hacía propias, pero que experiencia no tenía. Hizo más, quería más, y él escribió muchas hojas, muchas experiencias, muchas situaciones. Haciendo una gran suma de hojas. Quedó extrañado por lo demás y eso demostró en él una acentuación de sus sentimientos, de su cuerpo. Se había explayado, entendido lo que sucedía, comprendido que no servía. Había vuelto a ser él de ese momento, tal vez uno nuevo. No vivía las presiones y se notaba que su vida tenía un cambio. Se descargaba mucho con la refacción de si casa, constantemente la arreglaba, la modificaba. Era la mejor forma de depositar las presiones que lo aprisionaban.
El verano estaba llegando a su fin, la onda estudiantil se vivía. Las calles de niños comprando útiles, acompañados pro sus padres, en pocas ocasiones juntos. Se los notaba desganados de comenzar, pero con ansias de sus primeros días, donde aquellas travesuras se notarían al máximo, donde sus experiencias le dirían si los actos traerían consecuencias. Se veía a los adolescentes, creídos de saber y que muchos de ellos repiten años por no querer, por no darse el privilegio a entender. Esos que fuman creyéndose que son más grandes, tomando alcohol que encuentran para demostrar a sus influencias que son concientes de no tener miedo alguno.
En ese fin del Verano veía a las parejas tan libres de besarse donde quisiesen y cuando quisiesen , mientras que otros países lo hacen cuando hay privacidad. Pero muchas parejas están juntas para vivir los momentos y, al tener cuenta de que tienen un hijo, se separan. Cada uno se va a diferente casa, rompiendo un hogar, llevándose al niño como sí fuese un juguete sin comprender, por el odio que tienen por el otro. Lo que el niño sufre y como muerde sus dientes porque los padres escuchan lo que quieren. No hay amor del verdadero, no del que se siente como el primero, no de los viejos tiempos.
La política era la de siempre, nunca cambiaba. “Mañana por mi y por mi, no por vos, primero estoy yo. Me lavo las manos” y muchos más que no hace falta destacar. En un mundo donde todo es Internet y cualquier cosa se puede saber, pero poca gente desea de verdad aprender, donde todo es más fácil por e-mail, por teléfono o por TV. No saben separarse, desconectarse de esa red que los come. Ellos ciegos no lo quieren ver.
[Continuará...]
[12.Mayo.2009]
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