Miró sus ojos, llenos de inseguridad y pensó que después de seis meses era tiempo de conocerse mejor.
Él quería brindarle seguridad a su
mirada, darle un camino a sus ojos
perdidos y responderle por vez primera lo que su
mente decía. Dejó plasmado en un papel la dirección de la ubicación donde estaba para encontrar más fácil a la persona que aquellas
fotografías le regaló.
Esta vez escribió una carta a modo de presentación, para que
ella sepa de
él y sepa que
él se admiró desde aquellas
fotografías que, por alguna causalidad, sus
manos habían sostenido.
Escribió poco, esta vez por ser breve, pero sus oraciones decían párrafos.
Se despertó de madrugada, el sol todavía no salía y la luna continuaba con su vida. Perdido en sí, sin saber
él lo que hacia por estar tan cansado, con el sueño aún pesado, con los
parpados cerrados y caminando para todos lados, chocándose con objetos, muebles, pero continuó. Ni
él mismo sabia lo que estaba haciendo pero su
cuerpo era tan pesado que ni los
parpados podía separarlos, como si su cuerpo hubiese tomado vida. Agarró esas pocas
hojas que se notaban amarillas, ya que pedían a gritos que sean recibidas. Buscó en un cajón que tenía separado esos objetos recibidos por el destino y los observó. Puso las
hojas amarillas en el sobre y anotó su nombre, su dirección, su código postal, y solo tuvo que averiguar un código postal que no sabía.
Pero anotó la dirección de su casa. Luego de haber conseguido el código postal por Internet, al día siguiente envió el sobre.
Ella pensaba de a ratos la manera de buscarlo, también pensaba en su presencia, en la forma de su
cuerpo, los detalles de su
cuello, en el color de sus
ojos, en su
mirada, en el tono de su habla. Pero más pensaba en lo que sus
manos expresaban. Reflexionaba sobre su pasado, en los hombres que el destino le había dado y que el pasado los había pisado, pero que no había olvidado. Pensaba en los hombres que la habían lastimado, en los que ha esperado, en los que la han maltratado, en los que huellas le han dejado, en los que se han abusado, en los que la han humillado, de los cuales pensó que se había enamorado, en los que la han amenazado.
Ella no sabía nada de aquella persona, pero a su vida había entrado y la dejó con intriga. Un día soleado recibió por debajo de su puerta un sobre. Se extraño de aquello que tenía en sus manos, con un nombre que no le decía nada, pero si la letra. Abrió el sobre con tono tranquilo, pero con ansias de devorarse las
hojas internas. Leyó su contenido, pero esta vez decía tanto en tan poco y dedicada a ella. Al llegar al final quiso volver al principio, así no terminar. Leyó de ahí las palabras que ella andaba buscando, pero en toda su vida nunca las había encontrado.
No eran todas, pero si la mayoría. Respondió a cada párrafo, a cada oración, a cada pregunta, se explayó por su
ojo observador, no se le escapó ninguna palabra, hasta puso más de las que
ella esperaba. Se animó a
escribir como nunca escribió, ni ella misma se conocía con esas letras, pero nunca se había sentido
TAN ELLA, en toda su vida. Suelta, transparente, pura, viva,
tan ella. Por primera vez la causalidad del destino le mostraba un camino diferente a todos los que se había subido. Esta vez disfrutó su regalo.
Cuando se dio cuenta, la noche se había vuelto madrugada, se había perdido en ese mundo, olvidándose de que existía el hambre, el tiempo, la luz, el ruido, etc.
Él la había exprimido, la había hecho sentirse
ella como nunca lo había vivido.
Descansó y envió por primera vez la cata a esa persona, que sabía que era hombre, que tenía sentimientos, que vivía en una ciudad grande, que escribía, que el último tiempo la había sentirse viva.
Él se sentaba todas las madrugadas en su lugar, esperando a que la vida lo sorprenda con alguna novedad, pero espero días y las noches que lo seducían se hacían más largas. De a momentos se sentía nadie, se sentía perdido. Se buscaba a sí mismo, pero no lo lograba. Dejó de lado esos sentimientos extraños, que mucho lo estaba perjudicando. Comenzaba algo raro en
él, algo que no podía deducirlo.
Él se sentía confundido con lo que le sucedía en su vida, quiso dejar todo, pero no se animó.
Tenía problemas, necesitaba apoyo de verdad, pero no lo recibía. Se sentía vacío a menudo, solo. Explotó varias veces, lastimó a poca gente pero intencionalmente, no medía sus palabras, no se daba cuenta de lo mucho que decía en pocas palabras. Estaba diferente, en varias ocasiones mostraba sus dientes, pero no se daba cuenta del daño que causaba, de lo grave que resultaba. Estaba tan confundido que ni
él mismo se entendía, hasta se mentía aunque repugnase las mentiras. Era de alarmarse al ver su presencia, todos se escondían y no decían sonido alguno.
Pero una mañana de frío se levantó temprano y después de la rutina cotidiana, recibió en su buzón un sobre. De la emoción lo abrió en el acto, y, caminando a su cama, leía una carta que era de
ella. Descubrió que
ella tenía una letra grande y cursiva, respondiendo a cada pregunta qué el había hecho, a cada palabra que
él había puesto. Descubrió como era
ella, con su personalidad, en la actualidad, en su pasado. Analizó también el tiempo en recibirla, lo cual le indicó el grado de emoción
[Continuará...]