Encuentros#4

Los días pasaron, el contorno de su vida era el mismo, la rutina igual. La política continuaba siendo la misma de siempre: Todos intentando ser más que la otra persona, intentando hacerle notar a los demás que su palabra es la máxima y que tienen el verdadero poder de todo. Pero no es así, ya que el pueblo le demuestra lo contrario, pero los ojos de estas absurdas personas demostraban sus verdaderos fines. La economía de ese sector donde vivía aumentaba de a poco, cada pequeñez era invisible para los ojos de algunas personas, pero aumentaba y tres meses después se notaba el gran crecimiento. Muchas personas quejándose, muchas ancianas criticando, pero pocas personas eran las que actuaban a tal situación, molesta en el mundo de hoy. Pero se acostumbra uno, uno a sobrevivir, una ley que de por sí, existe en cada uno. Por más de que la economía crezca y los sueldos bajen o se estanquen, uno se termina acostumbrando a ellos.

Ella estaba en su trabajo, tranquila, con sus manos estaba detallando fotografías, aumentaba su capacidad por el hecho de querer más, aprender más, saber y quererse superar. Estudiaba sus cotidianas materias y planteaba sus dudas ante su docente, el que le inculcaba el conocimiento, el cual le dama ejercicios para que sepa superarse. Esta vez en grupo, pero mucho grupo para tan poco trabajo. Y su equipo la defraudó, se notó que ella trabajaba y otra al mismo tiempo, pero el resto no hacía nada, solamente se quejaba y reproducía lo de siempre.

Su vida estaba atormentada, llena de relámpagos que sobresalían a chispas de sus ojos, y electrificaba con su tacto. No solo sus estudios y la gente del trabajo la irritaba, sino que también las personas que en su entorno estaban, hasta la misma familia la tenía desatendida porque creían que su fuerza era mucha y su sobre vivencia era admirable que se autostaifacia sola, sin ayuda. Todos veían en ella un gigante impenetrable, un muro alto difícil de alcanzarlo para ingresar dentro, una tortuga que se mete dentro de su caparazón y se defiende. Pero nadie comprendía, nadie entendía que ya no era así, que todos tenemos una nueva vista que exigir, pero como se acostumbran, dejan de ver lo que en sí debe de ser. Y ella se sentía sola, aunque muy pocas veces lo admitía. Lo sentía, pero no lo expresaba, necesitaba un abrazo, una caricia, un mimo, una palabra. Necesitaba contención, seguridad, escapar de ese lugar que tan perturbada la dejaba.

Recibió una carta de la noche a la mañana, con un regalo dentro, algo que parecía viejo, con uso y sin utilidad. “¿Por qué y para qué esta esto?” se preguntaba. No importaba en ese momento y se dedicó a leer la carta, a entender palabra por palabra y analizar cada párrafo que contenía y contaba.

Pasó un largo rato, y no por leerla una sola vez, sino por leerla y releerla y volver nuevamente al principio. Como sí esa carta la hipnotizaba, como sí esa carta le dijera que se quedaran juntos por mucho más tiempo, suprimiendo las distancias.

Pasó un largo rato, y no por leerla una sola vez, sino por leerla y releerla y volver nuevamente al principio. Como sí esa carta la hipnotizaba, como sí esa carta le dijera que se quedaran juntos por mucho más tiempo, suprimiendo las distancias.
Pero se le complicaba a ella misma. Y decidió enloquecer sola, volverse desquiciada para consigo mismo. Sin pensar, solo dejar todo…

[Continuará…]