La voz de una mujer refrescó el ambiente entre la policía y el público. Con su tono de mujer y su sensual voz contagió de emoción y realidad al mundo cual la observaba de reojo. El asesino recién acababa de confesar su crimen y no le importaba la gente y se llevó a sus manos el crimen que intentó ocultar, diciendo que había hecho justicia al haber matado a aquella persona, ya que esta había matado a sus padres. Pero de la voz de esta mujer se escuchó en pequeño susurro:
-¡USTED HA DE EQUIVOCARSE!. Usted no podría usar esa palabra jamás. No podría ya que... ya que ha matado a un persona. La palabra verdad solo se emplea cuando se va en busca de la justicia. Pero has decidido quitarle la vida a una persona y quieres usar esta palabra cuando has intentado ocultar la verdad. No puedes... simplemente no puedes justificarte y manchar la palabra justicia. Eso esta mal.
Todos miraron a la muchacha en aquella noche fría. Admirados por tal susurro, el cual contenía un dolor inmenso por lo sucedido, quedaron en un silencio indicando la aprobación total de aquella frase que ella acababa de expresar a causa de su gran dolor. Aquel asesino se quedó fijo mirándola sin poder pronunciar ni una palabra, donde en su rostro podía observarse la cara de asombro por dicho suceso, fue escoltado por los policías hasta el auto a subirse, donde sería llevado a la comisaría. Todo fue un triste silencio.
Un silencio penetrante que daba escalofríos por la manera en que se había de asesinar a aquel muerto que yacía en aquel mar. En aquella poesía de muerte, en esa danza que pronunciaba la luna. Esa noche marcó una triste sonrisa reflejada en el los silencios.
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