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2.9.09

Él y ella

Viene a donde estoy, me habla con un tono particular y su pose no me deja ni hablar. La charla se pone interesante al sonido de la música. Parece de un lejano lugar, sus actitudes no son las que se ven en particular. Vestido rojo y la luz que ayuda a su belleza me logra hipnotizar. Me introduce un diálogo que no se suele tocar, parece de un carácter fuerte sin dudar. Sabe de lo que habla, su inteligencia no es normal y esa sensualidad que actúa innatamente me deja pensando sí es fantasía o realidad.
Este invierno deja fríos por detrás, el calor comienza a actuar y el sudor se siente en todo el lugar. Los movimientos de aquel baile me dejan ver que hace años aprendió a danzar. Pero sus leves movimientos dan una extraordinaria suavidad. Acariciar su pelo pareciera una tarea difícil ya que sus ojos invaden de intimidad la cual sería complicada de sacar.
Creo que se que ella me quiere de verdad o es que mis ojos me han jugado mal, hipnotizándome de más. Manejaba un auto negro lujoso y limpio, conocía la calle al parecer. Se detalló un tatuaje en su pierna y un anillo que dejaba huella de no sacarse jamás. Su vestido rojo lo dejaba atrapado y el rouge que en sus labios sostenía, emanaba un aroma seductor, detallante que hace mucho no probaba los labios de alguna masculinidad.
Recordando cómo fue que comenzó su charla, se queda en un momento sin hablar.

Ella: Hola, ¿cómo anda usted?.
Él: -Repentinamente desconcentrado- Bi… Bien.
Ella: No viene al caso que le diga que usted no me deja de mirar, pero quiero decirle que no me deja de llamar la atención.
Él: La verdad que le sienta muy bien el vestido que lleva, impresionante.
Ella: -Acercándose a su boca en susurro- ¿Le parece sensual?.
Él: No quiero que malinterprete las cosas. Una cosa es mirar y apreciar, y otra es mirar y desear.
Ella: -Intimidante- ¿Y qué esta haciendo usted?.
Él: ¿Le gustaría baliar?

Algo que lo desencajó de sus recuerdos fue que ella dejaba que él fuera el jefe, pero sabía que ella podría tenerlo en sus manos en cualquier segundo. Medía sus palabras con inteligencia, procedía a contar sobre su personalidad y hacerla reaccionar frente a su sinceridad. No dejaba de pensar en que ya dudaba sí él quería apreciar o quería desear. Las dos cosas lo confundían y terminaba callado frente a un silencio que le incomodaba molestamente.
Un silencio se avecinó, una incertidumbre en los dos, en una mirada donde todo se juntó y se estrelló, como sí un huracán hubiese sacudido lo que venían haciendo. Dejó llevarse para cambiarlo y disfrutarlo, sin pensar en pensar, limitándose a vivir lo que estaba enfrente de sus ojos.
Se contuvo y continuó hablando ya que se ubicó en lugar y no era el momento de actuar. Dejó que ella lo conduciera al lugar donde ella tenía como objetivo. Habló nuevamente en un tono el cual se notaba más confianza y le dijo que enfrente estaba su casa, invitándola a pasar. La noche estaba caliente, la luna brillaba con la compañía de sus estrellas. El de viento y el aroma natural que el planeta saca de su profundidad produjo una tranquilidad fuera de la gris ciudad. Un viento repentino sacudió su largo pelo haciéndolo bailar, en ese instante su perfume invadió completamente la atmósfera de un aroma que lo conquistó en su totalidad. Un perfume tan agradable querer más lo sedujo, llevándolo a más allá.

Él: Que rico perfume lleva su piel.
Ella: Gracias.
Él: Quiero decir el aroma que su piel tiene, su aroma natural, no el artificial. Déjeme sentirlo nuevamente por favor.
Ella: Esta bien, le permito…

Él se acercó en paso lento, ella lo miraba completamente atento, como sí ocurriese en movimientos lentos. Acercándose recostó su mano en su cintura con total calidez, apretando para sentir el calor de su piel, dio otro paso más para acercar su rostro al rostro donde ella estaba. Colocó su mejilla contra la mejilla de ella. La mano izquierda que se ubicaba en su cintura fue haciéndose hacia dentro, detallando un leve abrazo y con su mano derecha apoyada en su espalda comenzó a subirla hasta llegar a su pelo. Lo recogió con total sutileza, con un suavidez que contagiaba seguridad agregada de amabilidad, su pelo y acercó su rostro a donde su nuca estaba. Percibió su aroma con naturalidad, conquistándolo una vez más. Ese perfume lo sacudió, algo que lo compenetró en él, que le hizo darse cuenta que era ella la mujer que su cuerpo aclamaba, que su mente necesitaba. Era la piel la que lo llamaba a quedarse tan dentro, era la piel que lo acobijó en un momento eterno.
Se alejo y le miró sus ojos esperando su respuesta que confirme que su acto fue sentido y no actuado, que confirme que su movimiento fue para eso y no para conquistar o hacerse lucir. Ella lo miró con los ojos abiertos sin creer lo que acababa de suceder. Las manos más maduras que había sentido en su espalda, sintiendo no el escalofrío que otros hombres le producían, sino que sintió un calor dentro de ella. Vió que sus labios pedían una respuesta o una reacción, recordó la inexplicable conexión que se sintió en un acto de tan pocos segundos y su respiración comenzó a agitarse, pidiendo con sus ojos que lo volviese a hacer. Dándose un momento de atracción absoluta, queriendo sentirlo una vez más, querer estar en él que la sorprenda otra vez.
No contuvo sus actos ninguno de los dos, dejaron de pensar inteligentemente hace un pequeño tiempo y se limitaban a pensar, pero ahora simplemente querían que les nazca el hoy, viviendo desde lo profundo ese sentimiento tan intenso que su piel les hacía palpitar. Él la miró esperando su respuesta y acercó su rostro tranquilamente y con los ojos bien abiertos. Los sonidos comenzaron a deshacerse, a derrumbarse los sonidos del viento, de los autos, aturdió su respiración, solamente se oía la agitación del otro, como sí no pudiesen contenerlo más.
Recibió ella de él el beso que nunca sus labios sintieron, probando un gusto diferente, un gusto que necesitaba hace tiempo y que ella se había prohibido de tenerlos. No podía creer que sintiera tanto en ese momento, la boca de él tan sensualmente en ella, viviendo un momento eterno, intenso. Un sueño en labios, un beso duro, difícil de llevar. Un beso diferente a los demás el cual la atrajo aún más.
Se separaron, se miraron inquietamente, hubo una pausa prolongada de miradas, de intensidad inexplicable. Y ella quiso dar un abrazo. Aquel abrazo que le dijera que ese hombre que acababa de conocer era aquél que ella soñó tener entre sus manos acariciando sus nervios, acobijando sus presiones, sanando sus discusiones. Quería hacerlo, pero no se animaba a hacerlo, no se animaba a dárselo. No supo cuánto tiempo se quedó ahí quieta esperando que apareciera esa oportunidad.
Lo miró y él estuvo a punto de dar media vuelta, cuando ella reaccionó y le saltó encima abrazándolo. Un abrazo como sí fuese el último que daría, el que le diría que aprobechara ese calor que estaba sintiendo ya que era ese el hombre que buscó por tanto tiempo. Reposó sobre su cuello su cabeza y por debajo de los hombros recogió los brazos de su hombre, abrazando su espalda, tocando sus omóplatos, sintiendo el perfume que su cuello invadía. Escuchó su corazón, sintió como latía, oyó lo que su interior decía.

Aquél momento fue mágico, aquél momento fue algo que se complica detallar, difícil de olvidar. Pero se interrumpió todo en una fracción de segundo, todo terminó centrifugándose y alejándose. Todo terminó al momento de escuchar los truenos explotar. Los truenos se volvieron muy fuertes, aturdían demasiado, tal ruido terminó siendo muy chillón y un horario el cual indicaba que era tiempo de levantarse, el momento de que todo tenía que empezar. A la rutina diaria volverse a enfrentar.

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