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23.1.10

Viaje en auto con recuerdos y presencias

Luego de un viaje largo y tranquilo, es que vuelvo a reposar mi birome en la hoja blanca para escribir, donde, con interés impaciente, me lleno.
Una vez descansé luego de tanto tiempo en esta cama, en esta casa, donde nunca he enviado ni una sola carta. Recibo la noticia agradable de verle feliz y con ganas de vivir a mi abuela Margarita. La última vez pisada esta tierra fueron siete años atrás e interminables, donde mí ciudad inmensa de inconscientes sonidos que deja aturdido, que, de lejos, parece el mismo infierno.
Fue la partida temprana, pero tardía, el momento en que me introduje en ese auto y comenzó un cansador viaje, en el cual pasamos por distintas temperaturas y por los diferentes territorios argentinos; donde la naturaleza, naturalmente, refresca las ideas de verdes, aparte de grises, arrebatándome la necesidad de respirar y de sentirme prisionero en tanta libertad; donde, pareciese, que fueron embargados mis recuerdos; donde, dentro mío, se hubiesen acostado a dormir por tanto tiempo; donde pareciese que me hubiese separado un abismo inmenso. Me he encontrado con paisajes que se habían ido. Pero ha vuelto a su lugar por cada paso o, mejor dicho, kilómetros transcurridos; donde descansábamos el cuerpo de vez en cuando.
Las charlas dentro fueron de autos y sus grandes conocimientos en cada empresa de estos. Yo, desconocido, miraba hacia otro lado por no sentir aprecio a esas voces cruzadas, en el cual mí mente abandonó aquél auto, donde el cuerpo quedó quiero, imaginando vaya uno a recordar.
El viaje lento y emocionante fue con emoción a llegar con celeridad y quedarme en un respiro inalcanzable. Por periodos mis recueros se acentuaba, se aclaraban, volvían con frecuencia. Algunos graciosos, donde mis hermanos, conmigo y otros, sentíamos una felicidad incontrolable. Recuerdo disfrutar juntos al tío Marcelo y el resto, nuestra estadía en el río, donde él, en sus brazos nos alzaba y nos hacía sentir la adrenalina de que el río nos llevase. Sabiendo que a todos nos impresionaba, pero con su seguridad y nuestra confianza, aquella adrenalina aumentaba. Recuerdos de días de camping donde el tío Marcelo llevó su auto por la noche, si presencia a un encuentro que llenó de felicidad y que interrumpió mí sueño y que, entre la oscuridad, no pude notar la cara que su rostro delataba, durmiéndose cerca de nosotros y la Abuela Chela. Dándonos una mayor tranquilidad bajo el cielo estrellado.
Recuerdo haber encontrado, junto a Federico, mi hermano, un perrito pequeño por la ciudad de Perico y querer llevarlo al pueblo El Carmen, en el cual nuestra parada, al lado de un canal, dejó otro pedacito que mí memoria referscó. Mí tío Alejandro, llevaba a mis hermanos y a mí a nuestro punto base, junto a mí familia, donde estábamos disfrutando de la frescura que ese canal otorgaba. El tío Alejandro dijo a Federico que se fijara la parrilla del auto, donde se pensaba que se encontraría algo extraño, pero en el cual fuimos engañados y recibimos un susto gratis e inmenso al sentir el feroz bocinazo sonar por delante y ver nuestras caras tornándose, lentamente, en cara de susto horrorífico y ver a Federico Caer al piso por tremendo impacto causado, donde esa pausa fue interrumpida por una fuerte carcajada por el dueño de ese auto, en lo que mí mirada de desconcierto fue clavada en la de mis hermanos. Comprendimos que fue un juego de su parte, el cual, con seguridad, intentaría repetirlo con alguno de nosotros.
Regresando a el viaje por ruta, donde mis recuerdos se harían carne, ingresamos en un pueblo donde se fortalecieron los recuerdos  y caminar esas calles junto a otras personas se veían de forma fantasmagórica. Hasta haber llegado a eso de las 15:00 a la puerta del nido de los renombrados recuerdos. Golpeé la puerta, que se veía nueva a esos recuerdos, dos veces, ya que había escuchado voces por dentro. Escuché pasos arrastrándose y llegando hacia la puerta, se escuché un sonido de llave girar y ver el picaporte bajar lentamente, donde se abrió la puerta. Y en ese espacio, de a poco se iba notando el cuerpo de la persona que más ansiaba ver luego de tanto tiempo.
Noté su misma expresión, ver bien de salud, la misma actitud y ver las cejas arquearse hacia el cielo, abrir su boca de forma de inmensa sorpresa. Centrar mí mirada en que sus brazos se abrían así lograr dar el abrazo que había olvidado, ya que hace siete años mí cuerpo había presenciado; y recibí tu emoción, querida abuela Margarita. Sentí recuperar su alegría y llevarla de un aire que, tal vez, necesitabas. Y hablamos, y hablamos, y hablamos por cuatro horas seguidas. Hasta que decidí descansar mí cuerpo en una ducha y recostarme hasta sentir la presencia de más familiares llegar y continuar, y seguir sin parar y actualizar nuestro ser hasta tarde, charlar y necesitar su respuesta, su punto de vista del hoy que presencio, de mí hoy.

1 críticas:

pájaro pequeño

Re: Estoy bastante bien... aunque ya sabés. A veces, un poco psicópata con la imagen. LOL!

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