Aferra mi mano

Soy mano sana y dañada, soy perseverancia y tolerancia, soy bondad y venganza, soy dolor y vaguedad, soy terrible y necesidad. Soy cosas y cositas de más, pero tengo una mano que rasgada está de tantos látigos. A pesar de la sangre, del sudor, del quiebre, dolo sonoro “crack” del hueso: soy mano, soy ante brazo y soy un brazo completo, donde en mi mano la fuerza se completa. Y se aferra a mi dolor inagotable el placer del sentimiento intenso de amarte; y son las fuerzas renovadas de mi cuerpo que no son de importancia los desgarros ni el aplastamiento, sino el sentimiento agigantando de salvar tu fuerza, tu creencia, tu esperanza de que no te zafes a causa de transpiración, de mala sujetación.na fuerza que te agarre y no te suelte la mano, la sostenga sin males que se sientan.

No soltar la mano, no soltar TU mano. No verte caer, sino abrazarte de mi abrazo y sentir de mis manos la esperanza de quedarte y protegerte, acompañarte en las decisiones, esperando de mis manos los cachetazos o abrazos, pero siempre estará mi mano sosteniéndote la otra mano, sin soltarte. Aferrándose sin dejarte, sin escaparse. Aquí está mi mano, quien escucha por su tacto, quien entiende sin palabras, quien comprende las tocadas. Un tacto que aturde sin sonido, un tacto que escucha los latidos. Es un tacto increíble, imparable; puede que sea insoportable, pero escucha lo que la piel suda, lo que la piel admira, lo que la piel necesita. Es el tacto que escucha, sus vibraciones son más intensas, más fuertes.