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24.3.09

Árbol de sabiduría

Me enamore a los 15 de Noelia Pamela Leiva. Ella iba al mismo curso que mi hermano Federico, y su hermana era compañera mía. Recuerdo que ella me saludó al terminar de comprar sus cigarrillos por primera vez ya que la hermana nos presentó en el kiosco. Me gustaba físicamente, pero la veía a lo lejos. De a poco me fui internando más con ella, comenzando a enviarle cartas de amor o creaciones mías. Cada vez era más grande el sentimiento de quererla. Llegó a doler mucho, me lamentaba porque Noelia no me respondía nada de lo que, con esfuerzo, demostraba. Me torturaba solo escuchando música melancólica y mi mente volaba demasiado por el mundo de ella. Me hizo pensar demasiado. Me hizo ver de la vida de otro modo, de un modo que nunca había conocido. Aprendía a profundizar las cosas. Ella siempre estaba de novia, no podía estar sin una presencia masculina que le este rondeando por su mundo. Estaba enamorada de otro chico, del que algún día fue su mejor amigo. Era un amor prohibido, un amor que no debía. Era conciente de la situación, de que nunca estaría conmigo, pero no me importaba. Me enamoré y es más fuerte, sin querer alejarla de mí. Era feliz al ver que ella era feliz, al ver que no tenía lamentos o sufrimientos. Entendí, después de un largo periodo, que era mejor alejarme, y observarla de lejos. Ya que estando cerca solo traía problemas y conflictos. El estar observándola de lejos me hizo ver diferente. Creo que fue uno de los motivos de notoria maduración. Comencé a ver más diferente a la vida, más profundamente... Me inspiró a tanto y a dejar tanto que me perdí en mi, en un tiempo, y no importaba, porque quería seguir amándola, lo cual ya dudaba si era un capricho. Y al pensar que podría ser un capricho mío, empecé a pensar que sería una obsesión. Pero no, no era ninguno de todos esos sentimientos. Lo que siento y sentí fue el estar acostumbrado. Los sentimientos se concentran y se confunden, pelándose. Ya no sabía que sentía. Me oculte tanto que ella se iba lejos, pero lejos y de a ratitos la veía. Y yo a lo lejos escribía, mi forma de desahogarme. Pero me acercaba mucho en numerosas ocasiones, no quería alejarme. La extrañaba, necesitaba visitarla. Entre tanto sentimiento enterrado y dejado de lado por momentos que no quería tenerlos en mi mano, simplemente soltarlos y comenzar una nueva búsqueda, porque ya las heridas cicatrizaron de los cortes que ella me había dado. Quise dejarlo todo. Puse mis sentimientos en una bolsa y los dejé en una bolsa debajo del suelo así continuaba con mi vida. Me marché de ese lugar porque estaba cansado de seguir una vida vegetativa al observarla a lo lejos y me fui caminando en camino contrario del que mis ojos vieron alejarse a ella. Y partí para no volver y dejar esos recuerdos bien guardados y que ese árbol sabio sea el que halla presenciado ese estado enamorado. Partí y no regresé, caminando con la cabeza gacha por lo ocurrido, mis amigos me levantaban para que no me sienta abajo, logrando caminar normal. Pero sucedió lo impensado por mi. Pareciera que la bolsa se abrió y su contenido voló, y sin darme cuenta en mi mano reposó al enterarme que en frente de mis ojos ella se posó.... Y... y yo con ojos desconfiados la miro, observando al rededor. Todo raro suena por ese sector y aromas raros a desconfío se me instalo en el cuerpo. Un amigo me invitó a vacacionar con él y con otras amigas, y entre esas estaba ella. Nos hospedarnos todos bajo un mismo techo. Acepté, pero le comente mi duda al ir, ya que todo lo que sentí decidí dejarlo en el sabio árbol. Nos encontramos y vivimos bajo el mismo techo 15 días sagrados. Donde admiré su belleza por primera vez, donde desee su piel a más no poder, donde desee componer nuevos escritos para luego leer. Compartimos varias veces la cama para dormir, sin compromisos y mis sentimientos liberados de la bolsa querían apoderar mi cuerpo, era una batalla contundente y sin gente que pueda ayudarme a detenerla. Entendí que mi cuerpo ganó, que mi mente pudo soportar vencer el pasado sentimiento. Y despierto uno de los últimos días, en aquella cama matrimonial y sentirla, percibir su suave aroma, escuchar de en tanto sus ronquidos, sus suspiros, ver la luz reflejada en su rostro y sus labios... fue la primera vez en toda mi vida que desee sus labios, juntarlos con los míos, sentir el beso prohibido, el beso soñado, el beso que nunca había imaginado. Mi cuerpo debilitado y mis sentimientos apartados y yo tirado admirando sus labios. Pero me contuve. La miré no se por cuanto tiempo hasta verla despertar a mi lado y ella preguntando que hacía observando, y suspirando respondo lo recién explicado. Ella sonrojada no lo cree y siento que le duele, que le duele mucho lo que le digo porque sabe que nunca le hablé con tan tierno tono. Y la amé y me enamoré por segunda vez de ella, pero con sentimientos renovados y siento nuevas historias nuevos comienzos hasta nuevos alientos, pero no se si continuo amándola, no se si estos sentimientos fueron del final o de un simple momento de felicidad. Una vez me escribió que soy el hombre con el que ella se debería casar, pero al decir verdad no sabría, porque ya no soy el mismo de ayer. No se sí lo dijo por joder o si lo dijo solo por querer que vea que le importo. Y mi historia no tiene final, porque ella lo tiene que trazar.
«Para Noelia Leiva»

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